Por fin pude hacer realidad algo que hace unos meses ronda mi corazón y mi cabeza. Quería escribir en un blog sobre todo lo que significa ser la mamá de un ángel, de mi Juan Pablo Ernesto. Desde esa tristeza tan honda que duele y te vacía, hasta ese reabrir el corazón a la alegría, que solo puede ser comparado con un arco iris.
Desde que mi Juan Pi partió al cielo he pasado por muchos momentos, he reído con lágrimas, he llorado, he pintado, he escrito, he enfrentando a los por qué, he estado en shock, me ha afectado escuchar tan siquiera un simple ruidito, he gritado, he llorado, me he tirado al piso, he renegado al escuchar a gente que no valoraba a sus hijos... Hoy al dar vuelta atrás, agradezco por haber tenido la oportunidad de hacer el duelo por mi pequeño principe, y así enfrentar al amigo dolor, a quién casi siempre damos la espalda.
El enfrentarme al dolor me ha dado una nueva perspectiva de la vida y de la muerte, y del más allá. Me ha demostrado mi fragilidad pero al mismo tiempo me ha mostrado la grandeza de esta historia, en la que un pequeñito principe me ha enseñado el verdadero significado de la palabra amor. No niego que esta etapa de duelo es desgastante y muy difícil, pero lo verdadero siempre implica esfuerzo y empeño.
Hoy estoy en la casita del principito. La casita propia con la que siempre soñé para mi Juan Pablo, para que juegue con sus papis Rodrigo y Gilda y sus amiguitos. Sin embargo, nuestro amado Juan Pi se encargó de mostrarme que él es único y que más allá de la distancia física, esta es sin dudas su casa, este es su hogar, y lo será por siempre. Esta es nuestra familia. Y estaré eternamente agradecida y orgullosa de la familia que me regaló Dios.
Somos padres de un ángel, somos los papis de Juan Pi!
Esta es mi historia... en la casita del principito!!!