sábado, 24 de abril de 2010

La responsabilidad de ser feliz....verdaderamente

En el anterior post escribí sobre el duelo. Una etapa muy necesaria y natural para reflexionar, para liberar los sentimientos que de mantenerse por mucho tiempo pueden envenenar el alma. Es como un pararse a mirarse desde adentro, a renacer con un nuevo yo, es una transformación total en cuerpo y alma, que da como resultado una persona con nuevos ojos para la vida. Cada persona tiene su propio tiempo para vivirlo sin ser juzgada y solo amada, paso a paso.
Una persona pequeñita pero tan grande como Juan Pablo provocó en mí ese cambio tan grande, que hasta ahora me sorprendo con todo lo que he vivido en tan poco tiempo. Claro que como dije no me avergüenza haber sentido ese dolor, ese dolor que me ha enseñado a aprender de mis muchas debilidades para aceptarme como soy y aceptar al otro como es, una persona única y especial con un camino por aprender en la vida.
Tengo una gran responsabilidad, una bella responsabilidad. Hacer honor al aprendizaje de mi principito. Como me encanta el fútbol, describo este mensaje de nuestros hijos como en el fútbol, ellos y ellas se encargaron de hacernos la jugada del amor incondicional, ahora nos toca a nosotros - tras haber vivido todo ese proceso de transformación - marcar ese gol para ser felices verdaderamente, con su presencia espiritual por siempre, hasta que nos toque el día de encontrarnos para siempre con ellos.
Hace poco leí en un informe que se estaba estudiando la manera de borrar de la mente experiencias de pérdidas. Jamás aceptaría esto, jamás borraría a Juan Pablo de mi vida. ¿Ustedes lo harían? Porque para mí ser la mamá de un ángel es la más grande bendición y el mayor crecimiento de mi vida, ese es mi camino: aceptar al dolor y enfrentarlo para que esta transformación de cómo resultado a una persona nueva. Ahora todo, la alegría y la tristeza lo vivo con una nueva mirada, las acepto a ambas, como siempre digo con mis múltiples defectos, no soy una súper mujer, pero sí busco ser una mujer auténtica. Este camino me ha convertido en lo que soy hoy, y con mucho orgullo!
Es por eso que la responsabilidad de nuestra felicidad no depende de nuestros maridos o novios, ni de nuestros hijos, ni de nuestros amigos, ni de nuestros familiares ni de nadie. Y eso no solo tiene que ver con las personas que han sufrido una pérdida física tan grande como la nuestra. Esa responsabilidad es nuestra así como lo es de cada uno. No podemos dar a las demás personas tan grande responsabilidad en sus hombros o en sus alas... Decir esto significa que cada experiencia en nuestra vida es parte de un aprendizaje en la alegría y en el dolor, y que la verdadera felicidad no solo es tener un camino lleno de rosas, sino que aprender a valorar a esas rosas.
De nosotros depende sí hacer que este mundo sea más compasivo al dolor de los demás y abierto al verdadero amor, a las cosas más sencillas y pequeñas y más importantes, a entender que cada segundo en esta vida es un milagro. No todos conocen ese secreto, nosotros lo aprendimos en carne propia. Agradezco a Dios por tan bella bendición por dar un vuelco tan grande a mi vida y hacer de mí lo que soy hoy. Nuestros ángeles nos guían en este camino, ayudemos a que esa lámpara no se apague nunca. Te amo Juan Pablo!!! Los amo a todos, incluso a los que no me quieren :-)
"Solo sé que cada día, cada segundo, tengo mucho por aprender..."
Les dejo esta frase de Elizabeth Kubler Ross: "Corremos detrás de valores, que cuando llega la muerte, se convierten en cero. Al final de su vida, nadie te pregunta cuántos diplomas tienes, cuantas mansiones construyes o cuantos Rolls Royce tienes. Eso es lo que te enseñan las personas antes de partir".

viernes, 16 de abril de 2010

Mi camino del duelo



Recuerdo que la primera vez que contacté con una mamá de un angelito, ella fue muy atenta conmigo y me escribió acerca de su experiencia. Me escribió: ahora estás comenzando tu camino del duelo así que recibe mi apoyo. ¿Camino del duelo? me pregunté. Habían pasado todavía pocas semanas de que Juan Pi falleciera y yo no tenía mucha idea respecto a que era el duelo porque para mí, mi principito era una bendición tan grande que no podía estar triste.
Poco a poco comencé a sentirme físicamente diferente, me dolía mucho la cabeza, me venían migrañas muy fuertes y sentía un dolor muy grande en el brazo. Recuerdo también que salí para gestionar algo y pequeños ruiditos o el grito de una persona me irritaba más que de costumbre. Así fue como me di cuenta que esas eran la señales físicas del duelo y que tenía que darle la importancia que se merecía.
Decidí ir al yoga (gracias Paloma!), una gran decisión a un mes de haber partido físicamente Juan Pi ya que me ayudó a que esos sentimientos comiencen a fluir en el cuerpo y sobre todo a comenzar a enfrentarme espiritualmente a este camino. Puede parecer contradictorio, pero esa serenidad de hacer yoga me ayudó a sacar afuera todos aquellos sentimientos que me carcomían por dentro.
Ahí pasé a otra etapa. Las lágrimas. De por si siempre fui de llorar para expresarme pero ahora el llanto desgarraba mi cuerpo y mi alma. Recuerdo haberme tirado al piso del dolor y gritar y llorar profundamente por la ausencia física de mi Juan Pablo. No podía entender por qué él se había ido, tan deseado y tan amado, y buscaba respuestas en todas partes. Además la gente poco a poco dejaba de nombrarlo y eso me dolía aún más, me dolía tanto que la gente no lo quisiera nombrar...
Un día que no sabía que hacer, fui a hablar con un cura alemán- muy amable y compasivo, por cierto - al qué le dije que tenía mucha rabia contra Dios porque no entendía porque mi Juan Pablo se había ido. Me habló con una paz y una ternura tal que mis lágrimas comenzaron a caer y yo empecé a sentirme mejor. "Es muy bueno mi hija que te pelees con Dios y aún que dudes de él, eso es porque sos un ser humano. No te puedo dar explicaciones a la muerte de tu hijo ni de cualquier pequeñito, solo sé que son almas inocentes, almas muy puras". Fue tan lindo escuchar eso, él no me explicó teologicamente mi dolor, sólo me escuchó y me acompañó. Y eso es lo que necesitamos las personas que pasamos por tan fuerte dolor.
Recuerdo que comencé a pintar, escribir y leer, de todo hacía para expresar lo que tenía dentro, y sin duda el apoyo de mi marido, el papá de mi Juan Pi, fue fundamental para poder expresarme sin sentirme juzgada y también fue una oportunidad para que él se exprese a su modo, porque nuestros compañeros tienen una forma diferente de expresar el dolor. Recuerdo como lloramos juntos en el primer cumpleaños de Rodri después de la muerte de Juan Pi, le regalé un portaretrato con la foto más bella de mi marido con Juan Pi. Nos abrazamos muy fuerte y estoy segura que Juan Pi desde el cielo también nos abrazaba. Esa melancolía siempre está presente en las fechas especiales.
En un libro decía que a veces la sociedad quiere entregar el "oscar" del duelo a las personas que "mejor" pasan esta etapa y te dicen frases como "que fuerte sos", "tu hijo estará orgullos de vos por como estás"; "dios le da experiencias a las personas que las pueden vivir...", y otras frases no muy oportunas. Realmente yo no esperaba que la gente me dijera que era una super mujer, solo necesitaba poder expresarme sin ser juzgada. Expresar que lo que sentía no era porque estaba mal del a cabeza, sino que porque estaba expresando el dolor por la muerte de mi amado hijo. En ese momento me dolían mucho esas frases. Ahora claro lo miro desde otra perspectiva, pero eso gracias a que pasé por ese camino.
Y hablando de juzgar, uno de las experiencias más difíciles que he pasado es tener contacto de vuelta con otros bebés y embarazadas y todo lo que implica: el embarazo de amigas y conocidas (sobre todo de las personas más cercanas a mí y de los bebés que habían nacido después de Juan Pablo), los baby showers, la felicidad con sentido de los demás pero que no tenía sentido en ese momento para mí. Duele y mucho. Yo no podía, simplemente no podía. Y quería que la gente me entendiera que no era por maldad ni por egoísmo ni por envidia. Era mi tiempo de llorar a mi bebé amado. También esto me hacía sentir que se habían olvidado de mi Juan Pi.
Lo cierto es que caminando paso a paso, he comenzado a poder volver a observar a bebés sin que me duela el corazón. Como sé que Juan Pi está siempre detrás de todo, justo nos mudamos a una casa donde tenemos a una muy buena vecina llamada Helen. Cuando nos mudamos ella estaba embarazada de Fernanda y puedo decirles que por primera vez he vivido con mucha naturalidad el hablar de su embarazo y luego ver a su hermosa bebé. Quería compartir esta experiencia mía para que las mamás que comienzan su duelo entiendan que lo que uno vive en un principio es parte natural de un proceso. También me ha ayudado mucho charlar con la querida Lili mamá de Beatriz y Teo, y aunque no estoy físicamente cerca de ellas, me siento muy unida a ellas junto con mi Juan Pi.
Por otra parte me dolía en el alma escuchar a madres que no querían saber nada de sus hijos, era como un puñal en el corazón. Era escuchar el lamento de otras mamás por tener que cuidar a sus hijos y yo tenía mis brazos vacíos. Fue en ese tiempo que busqué protegerme más. Traté de quedarme más en casa y dejé de participar en reuniones. No era todavía el tiempo. Necesitaba dar más pasos y que mi corazón estuviera más protegido.
Paso a paso, poco a poco fui enfrentando al dolor. Nunca pensé que sentiría tanto dolor en mi vida. Lo cierto es que todo este camino me ha hecho una nueva persona. Pero una nueva persona que cada día abre los ojos y busca aprender cada segundo de la experiencia de vivir. Y esto también me ha ayudado a quererme tal cuál soy. Ahora ya no me importa tener que aparentar con mis defectos, ahora soy simplemente yo. Eso sí, trato de ser más humana, y sobre todo más compasiva con los demás que necesitan de amor.
Juan Pablo, mi pequeño gran maestro como siempre le digo, me hizo ver la vida con otros ojos, con los ojos que necesitaba, con los ojos del alma, con los ojos del corazón. Él nos enseñó y nos sigue enseñando, que hay secretos que no todos lo saben. Los secretos del amor, de la compasión y de la solidaridad.
En este camino lamentablemente también muchas personas se han alejado de mí. Quizás por miedo o por no saber que decirme, lo cierto es que sentí mucho la ausencia de personas que creí iban a estar conmigo. Pero lo más hermoso es que por otro lado Juan Pablo me ha regalado muchísimas amigas y amigos, dios mío son muchísimos regalo de amistad que jamás había recibido, las mamás y los papás de los amiguitos de mi Juan Pi, los bellos/as angelitos/as! Los quiero mucho a todos y todas!
Decir que uno "supera" la muerte de un hijo no puede ser verdad. Mi Juan Pi me faltará físicamente siempre pero siempre, porque soy un ser humano. Pero sí puedo decir que este camino del dolor fruto del amor me ha ayudado a ver todo desde una nueva perspectiva. A entender que mi hijo es un bello principito, al cuál no puedo ver, pero que sí lo puedo ver a través de los ojos del corazón.
No tengo verguenza de decir que sentí mucho dolor. No tengo verguenza de decir que casi me consumió el dolor. Si puedo decir que cuando comencé a aceptar al dolor como algo natural, me di cuenta de que este dolor pueda dar como fruto el amor más grande, el amor incondicional. No me gusta decir que uno puede "superar" el dolor por la muerte de un hijo. Más me gusta decir que uno puede "aceptar" a su hijo tal como es. El amar a mi Juan Pi más allá de la distancia física, amarlo incondicionalmente por siempre y para siempre.